EL JUGLAR DE DIOS [G. K. CHESTERTON]
Este hecho solo puede representarse mediante un símbolo; pero el símbolo de la inversión resulta certero de otra manera. Si un hombre viera el mundo al revés, con todos los árboles y las torres que cuelgan cabeza abajo, tal como se los ve en un estanque, un efecto de eso sería la agudización de la idea de dependencia. Y en ella hay una relación con la lengua latina en sentido literal, porque la misma palabra dependencia no significa sino colgar. Ya esto solo volvería concreto el texto de la Sagradas Escrituras en el que se enuncia que Dios colgó al mundo de la nada. Si san Francisco hubiera visto, en uno de sus sueños extraños, la ciudad de Asís invertida, esta no tendría que haber diferido ni en los mínimos detalles salvo en que toda ella se presentaría cabeza abajo. Con todo, he aquí lo esencial: que, mientras que para la visión normal de las cosas, las piedras que conforman las murallas, los cimientos macizos de los torreones y de la ciudad alta la harían aparecer más segura y más duradera; en el mismo momento, en cambio, en que apareciera cabeza abajo, toda ella adquiriría una apariencia de inseguridad y en constante peligro. Esto no es sino un símbolo que ayuda a explicar un hecho psicológico. San Francisco pudo haber amado a su pequeña ciudad tanto como antes, o quizás más que antes; pero la naturaleza de su amor habría cambiado, aun cuando hubiera aumentado. Podía ver y querer cada teja de los tejados altos o cada ave que veía en las almenas, pero los vería a todos bajo una renovada luz divina hecha de peligro eterno y dependencia. En vez de sentirse orgulloso de su poderosa ciudad porque era inconmovible, debía estar agradecido a Dios Todopoderoso de que no la soltara; debía estar agradecido a Dios de que no soltara el cosmos entero como si fuera un inmenso cristal que fuera a astillarse en una lluvia de estrellas. Tal vez san Pedro vio lo mismo cuando fue crucificado cabeza abajo.
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