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EL PORQUÉ DE ALPHABÉTIKA

Si, como decía un filósofo demasiado envidiado en los últimos siglos, hay que comenzar por el principio, es preciso aclarar que Alphabétika no es un resultado, sino un intento. En todo caso, lo extraño es la razón que lo vuelve urgente: el insoportable peso de unos treinta siglos de ejercicio de la lectoescritura, en distintos grupos humanos y en lenguas diferentes. Para decirlo de otro modo: existe hoy un obstáculo casi irremontable para acercarse a algunos de los rejuegos de la inteligencia, debido a la maraña de lenguas y traducciones, alfabetos e ideas, símbolos y cifras que aún nos vienen llegando desde hace más de treinta siglos. No se trata ni de una paradoja ni de una ocurrencia. Todo lo que Euroamérica denomina cultura (y hasta alta cultura) es follaje crecido a la sombra del saber leer y escribir: desde la confección de asientos contables hasta la más reciente tablilla multinformática. Ahora bien, ese follaje es hoy tan denso que su simple atisbo desalienta al que ingenuamente cree que va a estudiar.

Sin que importen los detalles, en tiempos aún lejanos para los atenienses del siglo V a.C., un grupo humano decidió difundir la lectoescritura como administradora del inventario de recuerdos, y aún hoy el uso y abuso de esas técnicas, en buena medida, hace de aquellos hombres nuestros contemporáneos, por paradójico que parezca. En cambio, el paso del tiempo, como suele suceder, ha oscurecido, ha oxidado (para decirlo más gráficamente) los aspectos de la lectoescritura que, en el más superficial de los casos, tienen como consecuencia la impericia, la pérdida de los beneficios que, por más extraño que esto pueda parecer, el arte gramatical brindaría. Justamente, un buen ejemplo de lo que aquí se viene señalando es el hecho de que en la actualidad se distinga entre gramática y ortografía (nombre que comenzó a difundirse apenas hace cinco siglos), cuando gramática, hasta hace más o menos un siglo, siempre significó el arte iniciático en las letras.

Volviendo entonces a la urgencia que sugiere la propuesta de Alphabétika, cabría resumir su propósito en la necesidad de estudiar los usos del alfabeto; es decir, en no dar por sentado el conocimiento de esos usos, ya que es obvio que el conjunto cerrado de símbolos que utilizamos para leer y escribir no se aplica únicamente al acervo idiomático, sino también a los múltiples senderos de los pensamientos literario o científico, musical o religioso. De hecho, desde el vamos, debería sorprender una situación que, paradójicamente, se da por sentada: ¿cómo es que el alfabeto latino internacional, un conjunto de unos cuarenta símbolos, permita representar los millones de mensajes expresados en tantas lenguas distintas del planeta, además de las composiciones musicales y los desarrollos del álgebra, la lógica y las geometrías?

Por cerrar esta breve presentación, queda justificar el uso exclusivo del español en Alphabétika. Siendo precisos, cabe destacar que no puede haber saber técnico, sin un lenguaje destinado al propósito; es decir, sin un cierto medio expresivo, no puede haber ni búsqueda ni exposición de una arte. Ese fue el caso del latín escolástico: un lenguaje (no exactamente una lengua) que durante diez siglos ofició de marco para la creación y conservación del conocimiento teológico para tantos individuos cuyas lenguas maternas eran tan disímiles. Ninguna lengua euroamericana actual cumple con ese propósito; tampoco el español. Sin embargo, hay en español una cierta tendencia tradicional, en sordina, que ha hecho que el saber técnico al que llamamos lectoescritura haya encontrado un cierto equilibrio entre la difusión masiva y las exigencias de una técnica que, por serlo, no puede ser aprendida por todos.

Se hace referencia a la preocupación que ha existido siempre, entre lo más granado de los gramáticos del español –de Nebrija a Ignacio Bosque-, por hacer que la lectoescritura sea accesible a los más, sin sacrificar una suerte de precisión técnica al servicio del ideal de biunivocidad de frases y párrafos. Justamente, para decirlo de manera figurada, el español, cuando se ha pensado a sí mismo (y a pesar del inevitable peso erudito de la Real Academia Española -1713-), ha seguido un instinto popular, en el mejor de los sentidos, que dio forma a modos de representación gráfica, como el sistema de tildes, que son de una sencillez inigualable y de una creatividad manifiesta, lamentablemente desconocida. Reconociendo esto, Alphabétika se propone ser un lugar de exploración del español como lengua de cultura, porque no hay nada como intentar reconocer los recovecos de un tiralíneas (y eso es, al fin de cuentas, un alfabeto) para palpar el gracejo con que una lengua nos hace hablar. Además, el dominio del tiralíneas, como algunos bien saben, es un excelente trampolín para la digestión de tantos otros conocimientos expresados en tantos otros lenguajes, en tantas otras lenguas.

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