¿POR QUÉ CONTINÚA EXISTIENDO LA GRAMÁTICA? [RRL]
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En caso de que alguien la formule, nunca se difunde la pregunta de por qué las personas solo escolarizadas dan por sentada la existencia y gravitación de la gramática. ¿Resultado del adoctrinamiento forzoso al que se suele llamar escolaridad obligatoria? Imposible. Eso que las ciencias del discurso articulado entienden actualmente por «gramática» está muy lejos de las expectativas pedagógicas a las que cualquier supuesto nivel de escolaridad aspira. En cuanto a la gramática entendida como las reglas de un idioma encriptadas en forma de libro, fue una exitosa ocurrencia de los profesores de la universidad de hace unos ocho siglos, pero las habilidades requeridas para entender ese tipo de libro desaparecieron a lo largo del siglo XX.
Ahora bien, desde el respecto etnológico, ¿qué significa la ausencia de una pregunta por la supuesta existencia de la gramática? O mejor expresado, ¿por qué rayos tiene que haber gramáticas? ¿Qué creencia atávica lleva a hablar de gramática, en olor de pedantería? ¿Será por aquello de que la actualidad euroamericana proviene de alguna alguna civilización del Libro? Pero ese Libro (propiamente dicho: esos Libros) no son la pegatina de hojas que hacen al actual libro-dispositivo (aunque editorialmente sea el libro más vendido en el globo). ¿O es que toda la confusión mental y las torpezas sentimentales de hoy acerca de la inteligencia se originan en la indistinción con que los sabihondos abusan, hasta en sueños, de la voz «libro»? En efecto, esta voz, durante más de dos mil años, ha terminado protagonizando una de las mentiras más perspicaces del demiurgo platónico o de algún orden angelical mazdeísta. Y más interesante aún resulta que el engaño sea, en el fondo, humano, demasiado humano. En este sentido de las cosas, la historiografía es siempre el hazmereír de la historia sobada y condimentada por la superposición de ensueños, a la que puede saborearse como cosmovisión.
A pesar de todo lo dicho, la pregunta no ceja, pues la gramática, desde la cuna, ha sido el arte de la lectoescritura, obviamente, a través de un cultivo específico de las letras alfabéticas. Empero, hoy por hoy, nadie llama «gramática» a la alfabetización; entonces, ¿qué empuja al presente a engarzar íntimamente el cultivo de la inteligencia con los usos del alfabeto? Se concederá (no solo por gentileza) que el libro-dispositivo es un fruto más del prolífico (y hasta promiscuo) abecedario, ya que de abecedario se tratan el álgebra y la literatura, el diseño de programas informáticos, la notación musical y hasta la conturbadora clonación maníaca de siglas y contraseñas. Habiendo sido la cuenca del Meditérraneo el lugar donde se habría producido la milagrosa transformación de los consonantarios en alfabetos, es notable que las literaturas de esa cuenca, supérstites o aludidas, nunca hayan incluido una pesadilla manuscrita, en la que todos los habitantes de una ciudad fueran capaces de recorrerla como sonámbulos, con la vista fija en una copia de bolsillo del abecedario apenas digerido en edad escolar. De un modo u otro, las letras parecen imponer su imperio sordo.
En resumidas cuentas, ¿será por este aspecto escurridizo de las letras que se impone la gramática? Es cierto que, aún hoy, muy vagamente, se asocia a la gramática con la lectoescritura. En rigor, ¿la voz «gramática» podría haber significado, alguna vez, «ortografía»? Si sí, ¿cómo se justifica, entonces, la existencia del semialfabetismo en un grupo humano que aspira a la alfabetización de cada cerebro del planeta? Si no, ¿por qué, en las lenguas europeas de cultura, cuando se dice «ortografía», no se escucha «gramática»? Los manuales de diferentes disciplinas tratan de presentar un panorama escueto acerca de las ideas de gramática a través de la historia, al menos para Occidente. ¿No será que dicha presentación es escueta, ya que se descontextualiza la función real de la escritura en las Antigüedades? En todo caso, resulta más entretenido ver una creencia completamente irracional (pues, hay creencias en las que lo irracional no participa): aquella de que leer nada tiene que ver con la gramática. De su corolario emotivamente forzoso, mejor no tratar: leer es apenas pasar la vista por los garabatos impresos. La superficialidad hace estragos... Lamentable es que ese estrago, hoy, se denomine instrucción obligatoria.
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