LECTOESCRITURA I [RRL]
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Si se recorre, con cierta atención, alguna enciclopedia prestigiosa, puede llegarse a esta definición «suave» de «lectoescritura»: técnicas para la recolección, organización, archivamiento, recuperación y difusión de «noticias». Más allá de la labor lexicográfica, vale recordar que la noción de «lectoescritura» se llamó «gramática», en Grecia, y «literatura», en Roma. Esta verificación permite resaltar fácilmente tanto los aciertos como las tonterías de la bibliografía ad hoc.
En otro orden de cosas relevantes, el primer conflicto de los sistemas alfabéticos de representación gráfica (y aún de los consonantarios) es el conflicto de traducción cognitiva «desde el oído a la mano»; es decir, ¿cómo sabemos que lo que escribe la mano es lo que oye el oído? En segundo lugar, existe el conflicto que produce la «materialidad» de las grafías frente a la «inmaterialidad» del entender.
De este modo, se ha difundido la falsedad de que el eje axial de la lectoescritura sería la escritura, cuando es obvio que se escribe para leer, no a la inversa. Así pues, la lectura viene a ser, por derecho propio, la técnica estructurante de la lectoescritura. Por eso, al que no sabe leer, le cuesta mucho escribir y le es imposible redactar (base cognitiva del semialfabetismo). Por otra parte, este conflicto también se manifiesta en la pobre valoración de la traducción como «elaboración mental de un escrito».
Claro que algún intelectual avispado murmuraría, insidioso, el nombre de Jacques Derrida. Más insidioso, por parte del redactor de estas páginas, sería hablar de la «siglicidad» del hablar humano. Pero eso no es tema de ningún tipo de ciencia del discurso.
«Diccionario de términos indispensables para la comprensión de la obra de Iván Illich» (en curso)
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