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EL SABER HISTORIOGRAFIADO: ENTRE EL OLVIDO Y EL RECUERDO [RRL]

Aun para la tolerancia fingida del siglo XXI, existe una cuestión irremontable. Formulada como pregunta agridulce, grita «jaque mate» a todas las mezquinas aspiraciones de una civilización insensiblemente grafómana. Sin lugar a dudas, el interrogante no es novedoso; viene deslizándose por entre los siglos de erudición en un desfile de máscaras inauditas. Es una atmósfera probable de alguna biblioteca bien surtida de la actualidad: ¿en qué medida las mentes del después lograron percibir lo que ya habían percibido las mentes del antes, olvido mediante? En otras palabras, ¿es posible entender todo lo que se ha dicho alguna vez en los límites de un ciclo histórico? No se dice mucho si se afirma que, para la cohesión de cualquier grupo humano, la cuestión de la memoria (o del olvido) es apremiante. No solo por lo que supuestamente acontece durante la vigilia, sino por la gravitación insoslayable de lo onírico.


Debido a la indigencia sentiente de los tiempos, es obligatorio reformular los tantos inquisitivos. ¿Hasta qué punto los grupos humanos (como los euroamericanos) que no logran descreer de la alfabetización pueden evitar que sus mitos urbanos y creencias subracionales (en la mayoría de los casos francamente mentirosas) no participen de los modos zoológicos de la ensoñación diaria? Más claro aún, ¿en qué manera los tipos zoológicos del soñar (todos los animales soñamos) apestan la vigilia de aquel que se siente inocentemente adánico entre los garabatos sordomudos para el cerebro?


Consecuentemente, ¿podría sorprender la afirmación de que la cultura personal pudiera surgir de algún modo de canalización de los sueños o las pesadillas que dirigen la vigilia individual? ¿Sorprendería más aún que algún individuo desechara la cultura individual por una supervigilia, la que, por propia definición, habría escapado tanto a la vigilia como a los sueños? Cuando se entre a una biblioteca, mire atentamente en derredor, y trate de responder la pregunta. ¡Ojalá lo acompañen o bien su ángel de la guardia, o por lo menos, alguna hada madrina! Pero si se va de visita a Silicon Valley, tómese algo para los ataques cardíacos virtuales. Después de todo, toda realidad social es virtual. Sería bueno que los amigos de la mal llamada inteligencia artificial se enteraran.



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