CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD [RRL]
![](https://static.wixstatic.com/media/68845d_5da3ae86bfa840baa6bb59254112fa95~mv2.jpeg/v1/fill/w_720,h_720,al_c,q_85,enc_avif,quality_auto/68845d_5da3ae86bfa840baa6bb59254112fa95~mv2.jpeg)
Independientemente del sesgo, siempre causa sorpresa el dictamen de los otros sobre esa «hidra de múltiples cabezas» a la que, en público, llamamos «yo» (¿Hace falta notar que, cuando hablamos con nosotros mismos, nos tratamos «de tú»?). Más sorprendente todavía es que, espontáneamente, una persona muy joven nos retrate y obsequie una escultura. No solo es sorprendente; resulta conmovedor que una sensibilidad aún no desplegada completamente y además sometida al bombardeo publicitario diario, a la estupidez del lugar común diario y al envenenamiento homeopático escolar diario vea lo que la sociedad de los adultos desprecia, ataca y ningunea. ¿Qué es lo exactamente juvenil de esa sensibilidad? El señalar, sin deseos ni reticencias, la sombra que pende de la persona (no del individuo); es decir, indicar abiertamente aquello que en la persona no pende de la imaginación.
El señor que la plastilina intenta conmemorar no es una persona libresca, aunque, a esta altura, haya pasado más de la mitad de su vida entre libros y se sienta más que justificado en una biblioteca surtida. Su trato con los libros comenzó inadverti-damente y por las razones más pueriles posibles. Nunca tuvo ni familiares ni maestros ni coetáneos ni colegas que lo empujaran a tratar familiarmente con los libros y sus consecuencias. Todo lo contrario: varias veces se le señaló su poqueza analítica o sus elecciones en el mundillo universitario. Los años le han hecho comprender que ha sido una bendición poder espantar a los aduladores baratos; esos que, como perros, se huelen mutuamente el trasero a fin de roer algún huesito en la capilla de turno. Tampoco fue advertido de las consecuencias que trae el no saber leer (la lectura es un ramillete de técnicas autorregenerante) ni se le enseñó que los libros son máquinas, como las del mecánico o el jardinero. Poco importa: el arquetipo se encargó de ocupar el lugar correspondiente.
Entonces, ¿por qué la sensibilidad juvenil conmueve? ¿Por qué importa? No hay razón atendible para ser ingrato con la conversación acallada de lo personalmente arcano. Alguien habla y alguien escucha, tratando torpemente de adivinar la silueta detrás de las siluetas. ¿No es eso, justamente, en lo que leer consiste? Si leer fuera «decodificar» (según la moda fantasiosa de los pedantes), no pasaría de ser un pasatiempo fofo, para intelectuales. Al fin de cuentas, el hecho de que la lectura consista en la técnica de pergeñar coreografías en el gran teatro del mundo fue la actitud natural que moduló los escritos legados por otras épocas. ¿Somos capaces de sentir en la carne, en la sangre y en los huesos que las lenguas apenas son isoglosas de la imaginación? Probablemente no; por eso no vemos las siluetas detrás de las siluetas ni el más allá de las segundas. Empero, eso fue lo que un joven con alguna sensibilidad descubrió detrás de esos artefactos llamados libros. Sin saberlo, sin proponérselo, sin buscarlo se dejó dominar por el follaje cartáceo que oculta tantas personas detrás de los garabatos.
Comments