LA ORTO(TIPO)GRAFÍA Y LA FUENTE DE LA JUVENTUD
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¿La mala ortografía es la señal inconfundible de que uno se mantiene joven?
Veamos. Los maestros cometen faltas de ortografía (¡ni saben escribir la fecha!); los directores de escuela cometen faltas de ortografía (¡ni saben escribir la fecha!); los profesores fingen que saben alguna ortografía (¡ni saben escribir la fecha!): probablemente, la que aprendieron como pudieron en la escuela primaria. La torpeza no puede disimularse. Por ejemplo, si se dice, naturalmente, en español «hoy es el veinte de mayo de mil novecientos diecisiete», ¿cómo esa frase puede ser representada por el siguiente dibujo: “Mayo 17, 1917”? La torpeza, en este caso, se llama semialfabetismo, una desventaja gnoseológica que no evitan ni los hiperultrasuperequeteposdoctorados. Todo muy juvenil.
Continuemos. Mi madre y mi padre tienen dudas abismales sobre la ortografía (ni saben si saben escribir la fecha). Las secretarías, los empleados bancarios y los empleados públicos (si los utilizan) utilizan los diccionarios de sus abuelitas, en caso de que alguna vez les conmueva el espíritu alguna posible duda ortográfica (¡ni saben escribir la fecha!). Los empresarios ni saben que exista la ortografía ("la fecha, la escribe mi secretaria"); los políticos y los funcionarios públicos (que blanden títulos universitarios de onerosas instituciones educativas anglosajonas) son analfabetos constitucionales, pues la inteligencia no asoma ni en una ni en la otra lengua cuando logran dejar de repetir los sonsonetes del sermón laico, la retórica de viejo cuño o la mercadotecnia telenovelesca (“¿La fecha? ¿Se escribe la fecha?). Los sedicentes pedagogos (y sus ramificaciones burocráticas) justifican sus faltas de ortografía (¿qué es la fecha?) con manuales de estilo de instituciones norteamericanas, simplemente, porque viven en olor de ignorancia acerca de la ortotipografía en español; los funcionarios públicos... La lista es interminablemente tediosa.
Si este es, más o menos, el panorama educativo con respecto de la grafía de la tan cacareada lengua materna, ¿entonces por qué siguen insistiendo en que los jóvenes sean ortográficamente inmaculados? ¿Será que sospechan que, las faltas ortográficas, cumplen con la fantasía secreta de permanecer sempiternamente jóvenes?